La cruz detrás del trono

Hace 20 años el escritor y periodista Jeff Sharlet se involucró de forma accidental con un grupo cristiano secreto llamado La Familia.

A pesar de su invisibilidad, La Familia tenía entonces más de 80 años de repercutir en las decisiones de los personajes más poderosos de la esfera política estadounidense, y del mundo,  derribando a su paso la división entre Iglesia y Estado.

Sharlet escribió posteriormente dos libros sobre La Familia y es basado en estos textos que Netflix produjo un documental de cinco capítulos, dirigido por Jesse Moss.

Episodio tras episodio, la serie desvela las raíces de esta organización evangélica conservadora, fundada en 1935.  Sobresale la figura de Doug Coe, líder de La Familia desde 1969 hasta su fallecimiento en el 2017. 

Para los miembros de esta fraternidad, Coe era quizás el hombre más cercano a Jesús en la Tierra. Una de sus frases resume el carácter secreto de su movimiento:

«Cuanto más invisible sea tu organización, más influencia tendrá».

Poder planetario

Y tenía razón. El nivel de acceso y afectación de Coe y La Familia sobre prominentes figuras políticas, desde congresistas hasta presidentes, dictadores y líderes mundiales, es sin precedentes.

Las ramificaciones del poder del movimiento se extienden por todo el planeta. 

Una muestra tangible de la capacidad de convocatoria de The Felowship (nombre oficial de La Familia) se manifiesta cada año en el evento denominado Desayuno de Oración Nacional, al cual solo se puede asistir con invitación.

Otra característica relevante de esta agrupación evangélica es su interpretación poco ortodoxa del cristianismo y la simplificación del mensaje que propagan al mundo: «Jesús y nada más». 

Según su visión, Jesús les envía con aquellos en puestos de poder, al tiempo que minimizan los defectos, e incluso las atrocidades cometidas por estos líderes; todo bajo la premisa de que Dios siempre utiliza a personas imperfectas para su obra perfecta.

La Familia es, entonces, una grupo basado en Washington, cuyas acciones moldean las políticas de decenas de países de acuerdo a la fe cristiana, tal y como ellos la entienden y profesan. 

Valga mencionar que en un par de escenas del filme, en donde se muestran los contactos de La Familia en el mundo, aparece con claridad el nombre de Costa Rica.

Esta es, quizás, la revelación menos sorpresiva de esta inquietante y perturbadora serie documental, sobre las relaciones de poder y las convenientes transacciones entre religiosos y políticos para cumplir sus propósitos, terrenales y divinos.

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