Un sistema roto que permite a un individuo con malas intenciones, enriquecerse y favorecerse personalmente , aunque eso signifique colocar esos intereses por encima de los intereses del pueblo estadounidense.
La corrupción del sistema de financiamiento electoral de los Estados Unidos fue puesto en evidencia en una corta, pero demoledora, exposición de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.
Luego de interrogar a un panel de observadores de financiamientos de campaña, la joven neoyorquina, de origen puertorriqueño, puso en evidencia cómo, bajo las leyes actuales, es posible para un político corrupto encubrir sus delitos, resultar electo, y luego utilizar su puesto para obtener beneficio propio.
Por ejemplo, no hay nada que impida a un candidato financiar su campaña en un 100% con dinero proveniente de grandes corporaciones y poderosos sectores como la industria del petróleo, o las compañías farmacéuticas.
Una vez electa esa persona estaría en posición de crear y de impulsar legislación o desregulaciones que favorezcan a esas industrias, e incluso poseer acciones en dichas empresas para enriquecerse.

La legisladora no solo logró sustentar la teoría de un sistema roto, sino la premisa de que, dada la nula supervisión o restricciones éticas aplicables al poder ejecutivo, el presidente de los Estados Unidos tiene todas las posibilidades de sacar provecho personal, sin cometer delito alguno.
“Como vemos, es súper legal para mí (como congresista) ser una mala persona. Así que es mucho más fácil para el presidente”.
Con 29 años de edad Ocasio-Cortez se convirtió en la legisladora más joven en llegar al congreso de los Estados Unidos tras derrotar al líder demócrata, Joseph Crowley, en las elecciones primarias para el 14.º distrito congresional de Nueva York.
Fiel a su discurso, cerca del millón de dólares que costó la campaña política de Ocasio-Cortez se financió mayoritariamente con pequeñas contribuciones. Las donaciones de empresas no fueron aceptadas.
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