Los amos de nuestra comida

¿Será verdad que necesitamos de la industria de la agricultura para alimentar el mundo? La organización Food Mythbusters (Cazadores de mitos de la comida) está convencida de que no.

Food Mythbusters, en alianza con múltiples organizaciones de primer nivel como Corporate Accountability International, lucha por devolver a los pequeños agricultores su independencia.

Un primer paso para lograrlo consiste en derribar los mitos creados y diseminados por décadas por las grandes corporaciones, interesadas en el control total de la industria alimentaria.

Uno de esos mitos se basa en la estimación de que para el año 2050 será necesario duplicar la producción de alimentos. Para lograr este cometido será necesario recurrir a la ingeniería genética, al uso de pesticidas avanzados y de muchos fertilizantes.

Está claro que este sistema de producción beneficia a las multimillonarias corporaciones que fabrican y venden estos productos químicos.

De ahí que las campañas a favor del uso de fertilizantes, pesticidas y todo tipo de agroquímicos esté financiada por grupos como Alliance to Feed the Future (Alianza para alimentar el futuro), entre cuyos miembros están la Association for Dressings and Sauces (Asociación para salsas y aderezos) y The National Frozen Pizza Institute (El instituto nacional de pizza congelada).

Gracias a la difusión sostenida de sus intereses -a lo largo de medio siglo- y a los muchos dólares empleados para hacer lobby político, la balanza se ha inclinado a favor de estas corporaciones y los agricultores tradicionales les quedan pocas opciones para continuar con sus prácticas sostenibles.

Temerosos de perder su trabajo, los agricultores han cedido a la presión y optaron por los monocultivos, afectando así la calidad natural de sus tierras. El ganado, que antes solía pastar libre en los potreros, sufre hacinado en las fábricas de producción de carne y lácteos.

Hablamos de un sistema antinatural que obliga a los agricultores a comprar insumos de alto valor (suministrados por estas corporaciones) para poder producir, y que maltrata a los animales con sistemas diseñados para explotarlos sin considerar su salud ni bienestar.

En estas condiciones el ganado se enferma y esto obliga al uso de antibióticos cada vez más potentes.

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El sistema industrial de producción de alimentos explota a los animales y les ocasiona un sufrimiento innecesario.

El uso de pesticidas en los cultivos hace a las plagas más resistentes y para combatirlas es necesaria una mayor cantidad de plaguicidas. La tierra pierde su fertilidad y la solución es el empleo de más fertilizantes químicos.

Para terminar el ciclo, una vez que las cosechas están listas para ser vendidas en el mercado, los agricultores se enfrentan a la realidad de que son los grandes compradores corporativos quienes fijan los precios.

Según denuncia Food Mythbusters, durante los últimos 50 años son millones los agricultores que desesperados se han visto obligados a firmar contratos con las corporaciones, quedando con las manos atadas.

Como resultado, solo uno entre diez de estos granjeros puede hoy darle sustento a su familia. Las deudas y la dependencia los han aniquilado.

En busca de la sostenibilidad

Para combatir esta tendencia todavía existen agricultores que se resisten y apuestan por la agricultura sostenible. Trabajan suelos saludables en donde cultivan una gran variedad de productos.

Crían animales en sus fincas y buscan alternativas naturales para la fertilización que no dañan a los insectos, tan necesarios, por ejemplo, para la función de polinizar.

La agricultura sostenible evita la degradación de los suelos, economiza el agua y elimina el uso masivo de antibióticos, responsable de la creación de poderosas y peligrosas bacterias.

Se detiene la contaminación tóxica de ríos y océanos y la alta incidencia de cáncer que afecta a muchos de los agricultores por la prolongada exposición a productos sumamente tóxicos.

La agricultura industrial requiere de mayor cantidad de combustible fósil, agua y minerales. En el futuro, con la escasez de estos insumos y, por ende, con precios cada vez más elevados, esta opción no parece recomendable.

¿Es necesario entonces producir más comida para alimentar a la creciente población mundial?

La realidad es que con la producción actual existen ya casi 3,000 calorías de alimentos disponibles para cada ser humano sobre la tierra. Eso sin contar el desperdicio de una tercera parte de los alimentos producidos, y el hecho de que una tercera parte de los granos es utilizada para alimentar el ganado, y no a los humanos.

El sistema actual podrá producir entonces más comida, pero aún así habrá más hambre en el mundo. Por ejemplo, la producción de alimentos como el maíz, el mayor cultivo de los EE.UU., se termina utilizando casi en su totalidad en la generación de combustibles y alimento animal.

La agricultura sostenible se vislumbra como la oportunidad de disfrutar de comida saludable para todos.
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